jueves, 29 de octubre de 2009

El Maasai Mara

Por fin llegó el momento de uno de los viajes más esperados de todo el año, la visita a la reserva Maasai Mara, que significa “planicies Maasai”, de la tribu más representativa de Kenia y una de las más conocidas en África por conservar sus tradiciones, atuendos y estilo de vida a pesar del proceso de globalización que se sufre en todos los rincones del planeta. Además de ser posible en este lugar el ver a los indígenas Maasai, mas que esto allí se puede observar una de las concentraciones más altas de mamíferos grandes del planeta, todo desde un carro, el llamado “safari” que proviene del idioma suajili, la lengua nacional de Kenia y Tanzania, que traduce “viaje”.

Reunimos un grupo de 18 entrenados, todos amigos, para poder ir a dicho lugar consiguiendo una reducción considerable de los costos. Ibamos en dos matatus llenos, luego de un desayuno en la mañana del 31 de julio y cargados de bebidas en los maletines, pues era lo único que incluía el costo del viaje por 3 días que fue aproximadamente de 500 mil pesos. Tomamos el camino fuera de Nairobi en medio del bullicio y la emoción del grupo por la gran expectativa de ir al Maasai Mara desde que todos nosotros habíamos aterrizado en ese país, pues puede ser el punto cumbre de nuestra experiencia de intercambio. Llega entonces la primera parada donde tomamos de nuevo fotografías del Gran Valle del Rift, pues por allí es el desvío para dirigirnos a la reserva y luego de continuar un par de horas más ya estábamos llegando a un caserío Maasai en medio de la sabana africana llamado Narok. Paramos allí en un restaurante de comida típica del país para el almuerzo y nos enrutamos un par de horas más para entrar al área de conservación.

Se veían a lado y lado de la carretera los remolinos de polvo de las tierras secas de la sabana y las diferentes geoformas en la lejanía de lo que uno siempre se imagina de África o de lo que ha visto en documentales por bastante tiempo en el camino, y a medida que se avanza cada vez es más difícil localizar los asentamientos humanos, sólo se veía de vez en cuando pequeños caseríos habitados exclusivamente por gente de la tribu. Siguiendo la carretera destapada, repentinamente paramos en el matatu porque justo al lado de la carretera, sin estar en la reserva todavía, se veían dos grandes jirafas Maasai, la cual es una especia diferente a la jirafa común al ser más alta y oscura en sus parches. Unos kilómetros más y descargamos para instalarnos en un campamento que quedaba justo fuera de la reserva para ahorrar costos, no obstante las carpas eran muy grandes, con camas permanentes, mosquiteros, piso en concreto, techo, y conectado a un baño en la parte trasera lo cual hiciera no tener que envidiarle en nada a un hotel porque a pesar de ser campamento tenía acceso a todas las comodidades.

Planicies Maasai

Campamento

Jirafa Maasai

Nos preguntaban los organizadores que queríamos porque teníamos un par de horas más de luz, y todo el grupo sin dudar acordó salir inmediatamente de safari en los matatus. Arrancamos hacia la entrada de la reserva y unos metros más adelante estaban grandes manadas de ñus y gacelas, eso era sólo el comienzo; seguimos entre antílopes moviéndonos abiertamente por la sabana siguiendo las telaraña de rutas para escoger y nos asomábamos de pié por el techo descapotable desde donde observábamos toda la fauna salvaje. Más tarde los colores en el horizonte cambiaban con el atardecer mientras las acacias servían de fondo de paisaje a las extensas planicies de esta región del país y que dejaba vistas a muchos kilómetros de distancia. Antes que se acabara la luz del día estábamos de regreso en el campamento, todos maravillados por todo lo que pudimos ver en ese corto tiempo y sabiendo todo lo que nos prometía un día completo, el siguiente, de sólo safari.

Matatus para el safari

Antílopes

Paisaje

Atardecer

Junto a todas las carpas había una caseta grande, ese era el lugar donde nos preparaban la comida y nos quedábamos todos los amigos charlando en la noche; pero esa noche continuó con algo especial al nosotros haber organizado un grupo de Maasai que iba a mostrarnos sus danzas típicas; nos preparamos todos junto a una fogata y los Maasai llegaron para mostrarnos sus diferentes actos de bailes combinados con sonidos vocales que servían de instrumento, eso fue una bonita experiencia para todos, pues las personas de esta tribu siempre son muy esquivas al turista esperando sólo dinero de él, pero como se había organizado todo con antelación no tuvimos que ponernos en esas y sólo disfrutamos de todo mientras los mismos Maasai sacaban a nuestros amigos a bailar con ellos, volviéndolo todo una recocha donde terminamos tomándonos fotos, bailando junto a ellos y escuchando historias de cómo hacían para matar a los leones con una daga cuando atacaban el ganado como si fuera algo rutinario.

Baile Maasai

Todos en el Maasai Mara

Video con los Maasai

Antes del amanecer del día siguiente ya todo el grupo estaba listo para emprender el safari después de desayunar y hasta bañarnos con agua caliente que provenía de un tanque sobre una fogata cuyos tubos iban directamente a las carpas, pues las noches en la sabana africana son bastante frías. Las fotos quedaban como catálogos de turismo a esa hora de la mañana por la poca luz del sol que permitía los contrastes sobre la sabana, entonces aprovechamos para continuar hacia el interior de la reserva, y sin más preaviso, nos encontrábamos la primera leona del día y había acabado de casar para sus cachorros que se encontraban al lado y los chacales acechaban para clasificar a parte de la comida mientras la leona no dejaba; todo esto en vivo desde una distancia de menos de 20 metros desde los carros que rodeaban el evento natural. Al continuar nos dimos cuenta que toda la zona era así, andábamos menos de un kilómetro y nos encontrábamos a otros grupos de leones reunidos tomando el sol y en medio de la ruta se nos cruzaban todo tipo de antílopes, venados, ciervos, jirafas y hasta buitres, haciéndolo un gran espectáculo, continuando en el camino con enormes manadas de búfalos, cebras y familias enteras de elefantes.

Amanecer

León

Chacal

Buitre

Búfalos

Elefante

Jirafa

Salimos de ese sector de arbustos de la sabana y nos dirigimos a los enormes pastizales hacia el sur que nos llevaban a la frontera con Tanzania donde se podía observar una de las nuevas 7 maravillas de la naturaleza, la migración de ñus al Maasai Mara desde el parque Serengeti, donde más de un millón de especímenes cruzan el río en la frontera que está infestado de cocodrilos e hipopótamos pero que el fuerte instinto de los ñus y miles de cebras hace que vayan en busca de nuevos pastos cada año en la misma época, concentrándose en cientos de miles en el interior de la reserva. Acelerábamos el paso para ver el magno evento y a lo lejos se empezaban a divisar enormes líneas en diversas formas, filas enteras de animales, tanto cebras como ñus se aglomeraban en las planicies y nosotros en carro podíamos pasar junto a ellos sin que se molestaran. Cruzamos la frontera en un poste en medio del camino que lo indicaba y llegamos al río; no habían animales cruzando en el momento pero sí logré observar hipopótamos de un tamaño tan grande que nunca había imaginado junto a cocodrilos; como para nunca nadar ahí.

Pastizales

En las planicies

Ñu

La migración

Migración de cerca

Hipopótamos

Con hipopótamos al fondo

Siendo más de mediodía, nos devolvimos en el matatu sobre la sabana, pero aprovechamos para hacer una parada y almorzar en medio del lugar donde no nos rodeaba ningún animal a la vista. Continuamos y seguimos viendo aún más animales, incluso algunos que nos habíamos visto anteriormente como el rinoceronte blanco y hasta un guepardo descansando entre los arbustos, y nos impresionaba el hecho de parar en medio del camino porque veíamos leones durmiendo junto a nosotros, tanto así que al final del día quedábamos ya cansados de ver tantos animales diferentes, se necesita pasión para hacerlo por tiempo largos. Regresamos al campamento a descansar, esperar la comida y a celebrar dentro de nuestra carpa el cumpleaños de una amiga polaca en la noche antes que todo el resto de gente del campamento se durmiera.

Rinoceronte

Guepardo

León dormido

Familia del elefante

Llega la nostalgia entonces porque es el último día y nos queda un último safari que iniciamos nuevamente al amanecer dirigiéndonos a nuevos lugares sobre la sabana; el cansancio se hace notar pero la emoción de ver estos espectáculos naturales a la vuelta de unos cientos de metros en carro no cesa. Seguimos con la búsqueda de leones cazando, los felinos son regularmente los animales más carismáticos entre todos los encontrados en las reservas kenianas, y lo logramos después de unos minutos; pareciera que nos posaran continuamente junto a su trofeo, la presa que acaban de matar. Las jirafas, los antílopes, gacelas y demás nos acompañaron siempre en el camino de regreso.


Oryx


León en panorámica

Con la presa

Una jirafa escondiéndose


viernes, 16 de octubre de 2009

LA PUERTA DEL INFIERNO

Acabábamos de salir Camilo y yo de la reserva del Lago Bogoria sin pagar y ya seguíamos echando de cuentas para ver si nos alcanzaba a ir al segundo destino que teníamos planeado en esa salida que era ir al parque nacional Puerta del Infierno. Un par de matatus más nos llevaban camino de regreso a Nairobi pero queríamos parar sobre la marcha en Naivasha para lograr la oportunidad de estar en el parque, entonces entramos a un supermercado para seguir comiendo lo más barato que pudiéramos. Nos dirigimos entonces al sector del lago en Naivasha y buscamos donde dormir, pues ese mismo día no alcanzábamos a entrar al parque ya, pero resultó otro problema porque ya no nos alcanzaba la plata ni para pagar las carpas alquiladas en los lotes junto al lago, entonces terminamos rogándole a la dueña de uno de estos lotes para que nos diera cualquier manera de dormir y ella viéndonos tan mal ya en horas de la noche, decidió hacernos un gran descuento para una de las cabañas desocupadas ese día y nosotros prometer que le mandaríamos amigos para dormir en sus cabañas.


Vimos entonces en la mañana siguiente el espectacular amanecer del lago Naivasha desde fuera de la cabaña que nos habían facilitado y sin ni siquiera desayunar arrancamos camino al parque. Nos tocó coger un matatu que bordeaba el lago y luego una caminata de 2 kilómetros por el desvío que nos llevaba al lugar. Es muy extraña la sensación de entrar en el parque porque se viene de muy cerca del pueblo pero una vez se entra al parque ya hay unos cañones de roca que lo separan completamente de sus alrededores y hace que inmediatamente se sienta el cambio por el aislamiento del sector con los carros y la zona urbana. Entonces empieza lo espectacular del parque porque es único en su género, pues es permitido caminar o ir en bicicleta sin guía por las sabanas y los animales salvajes están por toda parte pudiéndose uno acercar a ellos y disfrutar de la naturaleza en un safari a pie. La sabana estaba dispuesta en medio de cañones enormes de roca que rodeaban el parque, y éstas a su vez se iban disminuyendo en cañones de roca más pequeños que se formaban por los cauces de agua, por eso el nombre del parque de Puerta del Infierno.


Amanecer en el lago

La Puerta del Infierno

Caminando en el parque

Como habíamos llegado justo después del amanecer, los colores de los paisajes cambiaban sobre la sabana y especialmente sobre las rocas de las paredes del parque a medida que caminábamos y tomábamos fotos allí. Seguíamos caminando y ya nos encontrábamos frente a frente con manadas de cebras que, a pesar de haber visto ya bastantes, en esta oportunidad las teníamos justo al lado hasta que se espantaban por su estado natural; también veíamos manadas de antílopes y búfalos a lo lejos mientras desayunábamos en una de las paredes de roca deleitándonos con tal espectáculo. Mientras caminábamos por los circuitos de la Puerta del Infierno libremente, nos perdíamos en medio de arbustos, babuinos y jabalíes que hacían más interesante esa mañana, inclusive viendo a los lejos jirafas que huían al sentir nuestra presencia y la de una que otra turista que pasaba en bicicleta por los circuitos.


Manadas de cebras

Paredes de roca

Carro de paso


Con el paisaje

Jabalí

La segunda parte del parque la constituían los cañones pequeños formados en la roca por quebradas que se perdían en medio de los arbustos. Estaba la posibilidad de caminar entre ellos e inclusive escalar por sus bordes para ir aguas arriba, aunque habían lugares que estaban totalmente secos, en fin, lo bonito estaba en sumergirse en medio de los cañones de piedra. Luego llegamos a la torre de piedra principal que se divisaba desde diversas partes por estar en el centro del parque y tomamos nuestro tiempo para comer lo que nos quedaba de almuerzo. Ya por el cansancio, no queríamos regresar todo el camino a pie, pues eran bastantes kilómetros y el día anterior habíamos también caminado bastante, entonces cuando fuimos a la carretera aprovechamos el paso de un camión de una estación geotermal que se encontraba allí y echando dedo nos recogieron y nos arrimaron la mitad del camino, aprovechando pasar un rato agradable con ellos. No era sino bajarnos del camión y a los pocos minutos ya nos recogía de hecho un bus escolar lleno de niños de una de las escuelas de un pueblo en Kenia; fueron muy amables los profesores que iban allí y fue toda una experiencia estar dentro del bus con todos estos niños, pues nos daban de la comida y los dulces de ellos, nos hacían preguntas y eran felices cuando tomábamos fotos, hasta nos tocó un profesor de guía; ellos nos llevaron casi hasta la salida del parque y nos despedimos desde una de las torres de piedra que caracteriza el lugar con todos los niños voleando las manos por las ventanas.


Torre central

Cañones pequeños

En los cañones

Junto a la torre central

Vista del parque

Con los niños