miércoles, 17 de junio de 2009

Lamu



Eran ya las 6 de la tarde en Nairobi y apenas había acabado de comprar los tiquetes que nos llevaba a Fabio y a mí hasta Malindi, lugar de conexión con los buses que van hacia Lamu. Ya era bastante la prisa, pues no había empacado, estaba en el centro, estaba lloviendo, tenía que ir hasta mi casa y volver para estar en el bus a las 8, hora de registro para la partida del bus a las 8 y media. Cogí un matatu, el trancón era impresionante, llevaba allí montado 30 minutos y había avanzado únicamente dos cuadras; 15 minutos más, otros 100 metros; no aguante la desesperación, me bajé del matatu y un medio del aguacero salí corriendo para mi casa! una
carrera de más de 3 kilómetros en la ciudad. Había tomado la mejor decisión, pues a medida que corría por la carretera veía como todos los carros estaban atascados ya que la ciudad se para cuando llueve, pues nadie se quiere mojar, no como los manizaleños que ya estamos acostumbrados. Después de 40 minutos estaba en mi casa, con ampollas en las caderas de apretarme el canguro y correr a la vez. Empaqué, me bañé, me cambié de ropa, me despedí en mi casa… y… problemas de nuevo, el mismo trancón pero en la vía hacia el centro. Empieza la travesía de nuevo, corriendo, esta vez con el maletín en la espalda y a oscuras (por falta de alumbrado público), en medio del peligro en Nairobi, rezando para que no nos dejara el bus; ya sentía el cansancio en mis piernas cuando salí a correr de nuevo. Llegué pasadas las 8 al centro donde me encontré con Fabio; salimos rápidamente hacia el bus; 15 minutos más, llegamos al bus, éramos los últimos, me bajé de nuevo, compré una samosa (parecido a una empanada), me volví a subir, cerraron las puertas del bus y arrancamos, casi no lo logro.

Una vez en el bus, enjuagado en sudor, no trataba sino de relajarme, ya había pasado el susto. Aunque tenía hambre y el bus no paraba sino hasta media noche, me defendí con algo de mecato que había llevado Fabio y unas galletas que yo llevaba en el maletín. Reparamos el bus y nos pareció super gracioso, pues parecía un matatu gigante con toda la cantidad de luces que tenía adentro, pantallas de video y una distribución enorme de parlantes, pues en esas nos fuimos, viendo videos de música india con un buen volumen. Paramos a media noche pero seguimos sin percances, pasando por Mombasa en medio de la madrugada y llegando a Malindi a las 6 y media de la mañana. En Malindi inmediatamente conseguimos el tiquete del bus que salía hacia Lamu a las 8 de la mañana, fuimos hasta una cafetería que yo ya conocía para desayunar y el resto de la espera la pasamos en el muelle de Malindi, donde vimos como subía más el sol por el horizonte. Hora de abordar la buseta destartalada que nos llevaba a Lamu en medio del calor en la mañana, los costales y hasta las gallinas con las que compartíamos el lugar.

Cuando salimos de Malindi se veía el cambio en el paisaje urbano pues a medida que pasaban los kilómetros se notaba cada vez más la desolación en la región, era zona roja en Kenia, la presencia de bandidos o piratas de carretera, mejor conocidos como “shiftas”, predomina la región debido a la cercanía a Somalia, pues la gente de este país cuando logra escapar habita los refugios en Kenia pasada la frontera, y al ver la ausencia de ayudas vuelven a sus antiguas andanzas, especialmente sobre la carretera en el pueblo keniano de Garsen. Por allí íbamos pasando después de 3 horas de camino, no sabíamos en ese momento la cruda realidad de la región en su totalidad, pero exactamente en Garsen paramos por algo más de media hora en medio de discusiones entre el conductor, el encargado de recoger el dinero de los pasajes, personas nuevas que se montaban a la buseta, gente que cobraba por llevar los pasajeros hasta el bus y los dos guardias que nos escoltaban, uno del ejército y otro de la policía, siendo Fabio y yo los únicos Mzungus (extranjeros) que se encontraban en la carretera. Seguimos el camino sin inconvenientes y cada vez era mayor la desolación en la región, no era sino poner unas cuantas puntillas en la carretera, o quedar varados y podríamos ser blanco fácil de los shiftas, pues no había ni siquiera un kiosco para comprar una Coca-Cola en muchísimos kilómetros. La experiencia fue tan fuerte que cuando nos dimos cuenta de toda la verdad de lo que sucedía allí estando en Lamu decidimos pagar avión de regreso hasta Malindi.

Hemos llegado al puerto de embarque en tierra donde se toman los ferrys hacia la isla de Lamu después de más de 6 horas de camino en esa carretera. Abordamos el ferry público, el cual no difería mucho con la calidad de la buseta en la que veníamos y ya ni emoción teníamos de llegar a la isla debido al calor, el hambre y el cansancio. En Lamu nos bajamos y nos tocó caminar 45 minutos más para llegar a la playa donde Minal nos estaba esperando en el hotel; de hecho no vi ni el camino, mi mirada apuntaba siempre hacia el suelo para no ver cuanto me faltaba; hubo un señor local que nos acompañó en parte del camino mostrándonos la vía, llegamos a la playa, unos muchachos nos dijeron que había alguien pendiente buscándonos, nos mostraron el camino y por fin, siendo las 4 de la tarde del día siguiente estábamos en el hotel en Lamu.


VISTA DE LAMU DESDE EL FERRY


De aquí en adelante todo cambia, pasé de la pesadilla al sueño por el cual había esperado tanto programando este viaje; no era sino entrar al hotel y ya veía la imponencia de éste, al mejor estilo swajili (mezcla de África negra y árabe), por lo cual es famosa la isla entra otras cosas, un pequeño Zanzíbar. Subimos al tercer piso, allí estaba Minal esperándonos, acostada en un sofá llenos de cojines, sintiendo la brisa del mar y rodeado de construcciones similares en medio de las palmeras; había escogido el mejor hotel al precio más razonable para nosotros y como era temporada baja pagamos unos 30 mil pesos por noche en algo que tenía pinta de cinco estrellas. Fuimos a la habitación, descargamos, nos duchamos y listos para explorar el territorio.


EL HOTEL EN EL QUE NOS QUEDAMOS!


Como Lamu es una isla de un tamaño no muy pequeño, hay un par de pueblos que lo conforman, la ciudad de Lamu que es la capital y otros pueblos menores, entre ellos Shela que era donde estábamos hospedados. Bajamos del hotel a recorrer Shela rumbo a la playa que quedaba a unos 100 metros en medio de las construcciones típicas de la isla, eran hermosas las puertas que son lo más llamativo y los callejones estrechos que la componían. La playa era espectacular, estaba bajando la marea lo cual hacia que se descubriera cada vez más la arena; era ya casi atardecer y veíamos desde el agua como cambiaban los colores del cielo mientras veíamos pasar el único turista que había en esa playa haciendo kitesurf, el lugar lo teníamos para nosotros solos. Pasa el atardecer, hora de volver al hotel y es más la tentación, entonces directo a la piscina con agua dulce en la noche mientras esperábamos que los cocineros del hotel nos llamaran cuando la comida estuviera lista; cuando nos llamaron subimos a la terraza; la vista era increíble, un ambiente muy tradicional, techos de paja, la oscuridad, la luz de la luna que estaba casi llena alumbrando el pueblo, las estrellas y lo mejor de todo, la calma por el silencio de la isla ya que al ser patrimonio de la humanidad por la UNESCO se han prohibido los vehículos a motor. Trajeron la cena y todo fue alegría, descanso y contemplación en la primera noche en esta encantadora isla. Pero eso no fue todo, para completar decidimos hacer una caminata para explorar el pueblito, tomamos un par de linternas y nos metimos en medio de los callejones laberínticos; parecía un estudio de televisión o mejor aún, un cuento de hadas, pues todo se veía lleno de colores similares, en miniatura todo lo que se encontraba y un tipo de gente totalmente diferente a la acostumbrada, pues la isla es totalmente musulmana. La combinación era perfecta, veíamos en medio de la calma y la luz tenue jugar a un grupo de señores algo keniano tradicional que no entendía pero que me hacia sentir en medio de las famosas noches árabes.


ARQUITECTURA EN SHELA

CON FABIO EN LA PLAYA


LA PLAYA CON LA COMETA DE SURF


CON MINAL EN LA PLAYA


Al siguiente día vimos lo que era la temporada baja en la isla; amaneció nublado y lloviendo en medio del calor; la emoción no daba espera, subimos a la terraza a recibir el desayuno que teníamos incluido por parte del hotel, lo cual fue todo un manjar de frutas tropicales, panes, café, té, huevos, mermelada, mantequilla, chapati y hasta panqueques; nuevamente en la terraza ya con la luz del día podíamos ver verdaderamente la apariencia del pueblo de Shela, con el mar al fondo y rodeado de un par de islas, todo visto desde la terraza donde desayunábamos. Nos organizamos y salimos hacia la ciudad de Lamu en medio del aguacero que reinaba en la isla; nos mojamos hasta más no poder pero disfrutamos de la caminata junto a la playa en la marea baja y la tranquilidad del lugar. En el camino vimos uno de los dos únicos carros permitidos en la isla: la ambulancia!; era una trimoto donde cabía una camilla únicamente; el otro carro del pueblo era otra ambulancia, entonces los únicos motores que se oían eran los de las lanchas.


RESTAURANTE EN SHELA


UNO DE LOS DOS CARROS EN LAMU


Llegamos a la ciudad de Lamu; tratamos de escamparnos (aunque ya estábamos emparamados) en un hotel que tenía una cafetería en la terraza, pedimos unos capuchinos, nos prestaron toallas y pasamos el resto de la mañana allí. Cuando paró de llover salimos de nuevo y empezamos ahí sí a recorrer el pueblo. Todo era igualmente estrecho como en Shela y con el mismo tipo de construcción, la diferencia es que habían muchos lugares donde no tenían el dinero para hacerle mantenimiento a las estructuras por lo que se veía muy decaído sin dejar de ser original por la gran identidad que tiene el lugar, en mi opinión era mejor Shela pues todo era igualmente tradicional y aunque fuera más pequeño, estaba muchísimo mejor conservado aunque es menor el número de turistas que llegan hasta el lugar. Seguíamos entonces recorriendo las calles de Lamu y después de una curva una sorpresa: el único graffiti del pueblo, y adivinen que decía? Colombia! jaja, no tengo idea porque, pero no falta el turista ocioso. Muestro la foto y cuento la historia para que no vaya a creer que fui yo, jaja!.


CAFETERIA EN LAMU


CALLES DE LAMU



El hambre nos tomó por sorpresa, entonces paramos en uno de los restaurantes más apetecido por turistas y locales, pues la comida era buenísima y los precios muy baratos; allí pedimos fríjoles, los cuales los preparaba con agua de coco, troncos de carne al estilo de un chuzo y chapati que no puede faltar. Cuando terminamos nos dirigimos nuevamente hacia la playa de Shela a terminar de pasar el día en el mar, viendo el atardecer y refrescándonos en la piscina del hotel mientras sonaban por los parlantes de las 23 mezquitas de la isla los llamados a oración para toda la comunidad. Para el final del día habíamos encargado para la comida unos camarones, pues lo único que hicimos en todo el viaje para la cena era ordenar la carne, pues muy gentilmente Minal, como había volado a Lamu, llevó desde su casa en Nairobi una caja con 12 kilos de comida, incluyendo verduras, frutas, granos y hasta una botella de vino; entonces los cocineros del hotel trabajaban con lo que ella había llevado y sólo pagábamos la carne más el servicio de cocina. La comida de esa noche fue espectacular, y los siguientes días no bajaron de rango pues luego tuvimos cangrejo en salsa de jengibre y hasta calamar!. Después de la cena, como siempre, ha relajarnos en la terraza con la luz de la luna y las estrellas, escuchando música con un iPod que había también llevado Minal, acostados en los sofás y cojines de la terraza mientras reflexionábamos acerca de nuestra estadía en Kenia.


PLAZA CENTRAL DE LAMU

PUERTA TIPICA EN LAMU

MEZQUITA EN SHELA


Luego seguimos con una rutina parecida, con un día ya soleado que disfrutábamos desde la terraza a la hora del desayuno. Decidimos entonces Fabio y yo ir a la ciudad de Lamu esa mañana del día viernes a comprar el tiquete en avión de regreso, pues no queríamos repetir la experiencia anterior por tierra y teníamos que apresurarnos porque ese día es el día de descanso para los musulmanes por lo que sospechábamos que las oficinas podrían estar cerradas. Cuando llegamos a Lamu en medio del calor del mediodía nos encontramos obviamente con ese percance, lo que nos obligó a esperar un par de horas en el lugar después de asegurarnos que iba a haber servicio más tarde en el día. Aprovechamos entonces ese tiempo para ir a un café Internet, el cual tenía una velocidad (no se porqué) mejor a la de Nairobi, caminar por en medio de las mezquitas que estaban atestadas por los habitantes haciendo los ejercicios religiosos y aprovechamos para descansar en una tiendita en medio del pueblo para sentir la energía del lugar. Pasadas las dos de la tarde abrieron la oficina de la aerolínea, compramos el tiquete y regresamos a Shela. De nuevo allí pasamos el resto de día en la playa, comiendo la cena en la terraza, nos tomamos la botella de vino más tarde y en la piscina hasta recuperé una habilidad que había olvidado hace más de unos diez años: clavarme hacia atrás!, jaja, que estrés de vida en esa isla.


FABIO Y YO


SHELA DESDE LA TERRAZA DEL HOTEL


CON FABIO Y MINAL EN EL MAR


Ya casi se nos acababa el viaje y todavía teníamos planes por realizar, de hecho nos faltaba el más típico de todos, un viaje en velero. Salimos a eso de las 10 de la mañana en medio de una aguacero a tomar el velero con el capitán que habíamos negociado con anterioridad; nos estaba esperando con una canasta de comida para el viaje y un marinero para el manejo del bote. Nos subimos, zarpamos, y cada vez la lluvia y el viento se hacia más intenso, para lo cual nos prestaron un pedazo de tela impermeable para que al menos el agua con el viento no nos hiciera mucho frío. Tanto capitán como marinero estaban todo el tiempo concentrados en los movimientos precisos que debían hacer con la vela para que el viento nos llevara en la dirección correcta, inclusive me tocó ayudar un par de veces a tensionar desde el mástil bajo la lluvia mientras me golpeaba fuertemente un par de veces el lazo que la ataba, marcas rojas que quedaron en mi pecho por un par de días.


EN EL VELERO


La navegada fue espectacular al ver como cambiaba el paisaje del mar con el cambio del tiempo atmosférico, pasando entre los canales de las islas y rozando las playas de arena y manglar que se imponían en el sector. Después de un par de horas anclamos en la orilla de una playa, tuvimos la oportunidad de nadar y ver otras playas mientras el capitán y el marinero preparaban un asado de pescado que cocinaban con condimentos swajilis sobre una pequeña fogata compuesta de madera seca por debajo para calentar y madera mojada por encima que hacia las veces de parrilla. Terminamos de nadar al llamado del capitán, abordamos el velero de madera nuevamente y empezamos a devorar la exquisitez que teníamos en nuestros platos, pescao’ al mejor estilo swajili con chapati, y un par de mangos de postre. La llenura nos adormeció y caímos fácilmente en la cubierta del velero por unos minutos para reposar. Dormimos y cuando nos despertamos, zarpamos nuevamente en dirección a Shela para pasar el resto del día como de costumbre. Ese día, mientras caminábamos de la playa al atardecer hacia el hotel nos cruzamos con uno de los pocos turistas de la isla; interesantísimo porque le preguntábamos y él nos contaba historias del destino del cual había acabado de llegar, Burundi, país inexplorado y declarado hace unos pocos años como el país más pobre del mundo; para completar, él trabajaba allí de voluntario en un hospital (ya se podrán imaginar las condiciones), y le tocó ver en carne propia los problemas con los que África carga a sus espalda, lo peor en Tuberculosis, cólera y VIH-Sida. El fue muy amigable con nosotros, lo invitamos a cenar al hotel y él estaba encantado con todo, pues a pesar de estar en Kenia y todo lo que ya les he contado, él nos decía que Kenia era Disneylandia comparado con Burundi (cómo se habría sentido con nosotros comiendo calamar? El paraíso!).


PESCA'O ASA'O

ARCO IRIS

PLAYA EN EL VELERO


CONSTRUCCION EN SHELA


Madrugamos ya en nuestro último día del viaje, bien temprano para aprovechar nuestro corto tiempo al máximo, justo al amanecer para ir a trotar en la arena de la playa. Salimos entonces en medio de una hermosa vista los primeros diez minutos, pero me di cuenta que no podía correr más dado que todavía me dolían, al igual que todos los días anteriores, las piernas de la carrera que me había metido en Nairobi para poder alcanzar el bus que me llevaba hasta Malindi; me senté y dejé a Fabio y a Minal que corrieran para yo esperarlos en el mismo punto en el regreso. Fue un amanecer hermoso, no tanto por los colores reflejados por el sol sino porque tenía para mí solo una playa de 8 kilómetros, con el mar al frente, las nubes y tres arcoiris diferentes que divisaba sentado en el mismo punto. Aproximadamente una hora después llegaron ellos y nos devolvimos caminando al hotel para desayunar.


PASOS EN LA PLAYA


Con las últimas horas disponibles, salimos del hotel hacia la playa para tomar el sol y bañarnos en el mar, pero mientras los esperaba a la salida me topé con una gallada de niños musulmanes que habían acabado de salir de la escuela, Fabio y yo jugábamos con el frisby, luego los integramos al juego y ya los niños no podían de la felicidad con nosotros, todos jugando a tirar el frisby en medio de los callejones de Shela, jaja, fue sensacional y gratificante ver la diversión en los niños esa mañana. Una hora después y con el tiempo recortado, nos fuimos finalmente para la playa donde no pudimos sino estar unos pocos minutos porque nos cogía la tarde para ir al aeropuerto. Volvimos al hotel, nadamos descaradamente en la piscina y salimos rápido para Lamu en el día soleado a pesar de la intermitencia de los días anteriores.


JUGANDO FRISBY


ULTIMO DIA EN LA PLAYA


En Lamu almorzamos en el mismo restaurante donde habíamos comido antes y nos embarcamos en la lancha que nos llevaba hasta la isla aledaña donde se encontraba el aeropuerto. Una vez allí fue muy chistoso verlo, pues eran dos chozas de paja, una de cada aerolínea, sostenidas con madera, mas una choza a la entrada donde hacían la aduana; por último, detrás de una reja que lo separaba, estaba allí la pista de aterrizaje. Durante la espera conocimos a un par de españoles que nos acompañaron durante el vuelo y antes de partir nos despedimos de Minal, pues ella pudo quedarse tres días más en la isla. Al abordar sentimos inmediatamente de nuevo el aire acondicionado y la tecnología que nos rodeaba para despegar y decirle adiós a los shiftas desde los aires, jaja!. Volamos por toda la línea costera keniana hasta Malindi nuevamente, con paisajes espectaculares de Lamu, las playas, las nubes y el mar. El aeropuerto de Malindi no cambió mucho en comparación con el de Lamu, pues poseía las mismas dimensiones, con la única diferencia que en vez de paja, la construcción era de concreto; un paso fuera de la construcción y estábamos ya literalmente en las calles de Malindi, donde pasaban los matatus y nos recordaban el regreso a la civilización al estilo de Kenia. El día lo terminamos en las playas de Malindi, reflexionando acerca del gran viaje, tomando gaseosa en la playa esperando el bus que nos llevaba durante toda la noche hasta Nairobi para volver a la realidad del mañana con un día nuevo de trabajo.


AEROPUERTO DE LAMU


ATARDECER EN LAMU

3 comentarios:

  1. Amazing trip!
    Great place! Very peaceful, good to relax, awesome food, beautiful sea!

    ResponderBorrar
  2. Honey!
    Súper , cada vez redactas mejor y se hace mas emosionante leer tus chocoaventuras...Me alegra que haya sido tan ratificante tu viaje y se nota q es un lugar hermoso y paradisiaco!
    Espero q te hayas mejorado de tus piernas, no me habias dicho que era tan horrible!! :(

    TE AMO SIEMPRE...

    ResponderBorrar
  3. HOla me ha encantado vuestro relato, me podeis decir el nombre del hotel donde os alojasteis, ya que por lo que decis, estaba bastante bien, si quereis me lo mandais por e-mai : mcamposcalvo@yahoo.es, muchas gracias

    ResponderBorrar