martes, 13 de octubre de 2009

LAGO BOGORIA


Justo el día después de llegar de Uganda (historia que contaré próximamente en espera de unas fotos), madrugué en la casa donde estaba en Nairobi viviendo y salí para la siguiente de las travesías aprovechando que ya no estaba trabajando y que tenía toda la disponibilidad para viajar; estaba acompañado de una de las personas con las que vivía, Camilo de Popayán, el hijo de la familia que me estuvo hospedando allá durante julio y agosto.

Entonces tomamos en matatu la misma ruta que lleva al interior del Gran valle del Rift, pues el Lago Bogoria era de los pocos lugares que me faltaba por conocer allí; después de unas 3 horas nos encontrábamos ya en el pueblo de Nakuru, uno de los lugares que ya había visitado anteriormente un par de veces, pues de allí salen muchas de las conexiones para el interior del valle. Tomamos el desayuno estilo keniano, con huevos extra obviamente porque o sino quedaríamos únicamente con té y hojuelas, y continuamos en el siguiente matatu a un destino llamado Marigat, un pueblo casi que en medio de la nada a casi tres horas de Nakuru, entonces no quedó más que dormir en el resto del viaje mientras el aire yendo hacia la parte más baja del valle se hacía cada vez más caliente. Cuando llegamos a Marigat estuvimos muy debuenas porque encontramos inmediatamente uno de los únicos taxis que durante el día iban a la vereda de Loboi, el único asentamiento humano que queda a la entrada de la reserva nacional que es el lago. Aprovechamos para comprar unas últimas provisiones que nos aguantaran para la caminata en la reserva el siguiente día y volver porque al parecer en ese caserío no habían opciones de comida.

Empieza entonces una imagen desoladora de los alrededores del lugar donde nos encontrábamos, pues en medio de ese caserío no había nada más que la entrada a la reserva del lago que desde ahí ni siquiera se veía porque había que caminar como una hora para llegar hasta la orilla, un restaurante que estaba cerrado y una cantina con unas personas bebiendo al lado de sus casas. Seguimos al único hotel que había en el sector que no era lo más agradable del mundo, pero según las referencias que daban me lo imaginaba peor, pero al fin y al cabo solo necesitábamos una cama para poner las cabezas una noche y hacer la caminata al parque el día siguiente, claro que el baño si era lo más asqueroso del mundo, no vale la pena ni describirlo, con decirles que prefería ir a un matorral!. Dejamos los maletines en las camas, y como no había nada más para hacer, pues nos fuimos para la entrada de la reserva a hablar con el guardabosque para organizar lo de la entrada al otro día en la mañana y nos dijo que ese día ya no podíamos entrar porque era muy tarde, a pesar de lo temprano que habíamos arrancado de Nairobi, no quedó sino resignarnos. No íbamos ni saliendo de ahí para devolvernos y el guardabosque pasó al lado de nosotros en una camioneta y nos invito a que fuéramos con él a un lugar que tenía que ir por si no teníamos nada más que hacer, como si adivinara, jaja, entonces nos montamos y nos dimos cuenta que era la camioneta oficial del municipio y nos dijo que nos llevaba a un hotel que había cerca que tenía que hacer algo; cuando llegamos era el único hotel decente que había en la zona, pero no nos alcanzaba para hospedarnos ahí, entonces sólo quedamos curioseando.

De paseo en el hotel

Paseándonos por las afueras del hotel, nos llamaron para que fuéramos a acompañar al resto de los empleados y nos metimos a una zona que se veía como más bien feita, y lo que pasaba era que en uno de los arbustos en la parte trasera del hotel había tremenda pitón, entonces lo único que se les ocurrió a los del hotel fue llamar al guardabosque de la reserva para hacer algo. Mientras todos estaban ahí, aprovechamos y le dimos la vuelta al hotel que tenía una piscina termal natural y un par de piscinas más, que en medio del lugar donde estábamos se veía como el paraíso; hasta vimos un león disecado que tenían a la entrada del hotel. Llego la hora del regreso y nos llevaron hasta el hotel, no nos quedó más que unirnos al plan keniano, tomar cerveza pero en su mejor estilo, al clima!, eso era de lo peor, estando en medio de un lugar caliente semidesértico y no tenían la cerveza fría, entonces lo tomamos como un reto, probarla como ellos lo hacen, pues de hecho en todo Kenia siempre le preguntan a uno cuando pide una cerveza: “fría o al clima?”, y pues nos salió el tiro por la culata porque esa vaina sabía como a ácido, la cosa más asquerosa del mundo; nos terminamos esa cerveza por guardar el honor únicamente, pero a la final pasamos un rato agradable en ese ambiente tan relajado.

Atardecer en la reserva

Llegó la noche y como no había sino un restaurante y nuestro presupuesto era bajo, destapamos una par de latas de atún y las comimos con unos panes que habíamos llevado y unos tomates y un pimentón que habíamos conseguido en la vereda, la verdad algo nada envidiable. Pasó la hora de la comida y se nos ocurrió irnos a caminar, nos dimos cuenta que había un atajo para entrar al parque por fuera de la entrada principal y todo y caminamos un poco en medio de la oscuridad hasta donde el miedo nos dejó por la sicosis que se nos apareciera un animal salvaje en medio de la noche, pero eso sí, alcanzamos a disfrutar de una espléndida noche de estrellas en medio de un lugar remoto y sin polución, se veía la vía láctea y tantos puntos de estrellas como si fuera un papel blanco que le hubieran puesto una tapa negra y le hicieran huecos con agujas, era algo impresionante.

Cuando ni siquiera había salido el sol, ya estábamos listos para salir a caminar, fuimos a la entrada de la reserva y no había ningún guardabosque entonces seguimos derecho con la intención de pagar la entrada al regreso, pero teníamos que aprovechar la hora antes de que el sol pegara duro, pues nos esperaba una caminata de 13 km, únicamente de ida, en medio de una zona muy seca. Al empezar a caminar nos dimos cuenta que se nos había un pequeño detalle: íbamos a caminar durante 5 horas más o menos y no llevábamos sino un litro de agua y no teníamos desayuno! No sé que estábamos pensando que se nos olvidó eso! Igualmente no era de pensar sino de hacer y arrancamos confiados que solucionaríamos el problema de alguna manera. Entonces comenzamos a caminar ya dentro de la reserva y veíamos todos los colores que reflejaban los primeros rayos del sol sobre las nubes tras las montañas que rodeaban el lago que alcanzamos a ver a lo lejos después de media hora de camino. El sendero estaba despejado, era una carretera pero no habían carros y sólo oíamos los sonidos de los animales silvestres que de vez en cuando se nos cruzaban en el camino, incluyendo algunos antílopes que pasaban corriendo y jabaliés que salían despavoridos al vernos: en fin, era un paisaje muy tranquilo.

Amanecer en la reserva

Rayos de sol sobre el lago

Vista del lago Bogoria

Pasaban los minutos y cada vez pensábamos más en la falta de agua, hasta que pasada más de hora y media ya y habernos acabado el agua que llevábamos, se acercaba lentamente desde la lejanía una moto, los primeros turistas del día, les pusimos la mano y les dijimos que si tenían algo de agua que teníamos mucha sed, cuales perdidos en el desierto, y somos tan debuenas que nos dieron litro y medio de agua regalado, pues a ellos les sobraba, no quedó más que darles las gracias; al cabo de 5 minutos ya la habíamos acabado y nos dimos cuenta que no era tanto la sed sino la desesperación sicológica de saber que no teníamos agua. Continuamos con el sendero y finalmente después de dos horas y media llegamos a la parte más interesante de la reserva: los géiseres y las aguas termales a orillas del lago. La vista era excelente teniendo el lago al fondo, manadas grandes de flamencos a sus orillas y más al fondo las columnas de humo que salían del agua caliente proveniente del centro de la tierra allí en el lago Bogoria. Nos acercamos al lago yendo directamente a la orilla y los flamencos se empezaban a ir, caminábamos más y fuimos hasta las aguas termales que eran tan calientes que ni siquiera se podían tocar; luego estaban los géiseres, chorros de agua caliente a presión que salen del interior de la tierra, y eran en serie, pues eran varios a la vez que funcionaban naturalmente humeando todo el tiempo y que hacían contraste siempre con el paisaje, inclusive los minerales hacían que las tonalidades del agua en las charcas fueran diferentes.

Los géiseres humeando

Flamencos en el lago

Quebradas termales

Mientras seguíamos disfrutando de este maravilloso paisaje, la sed hacía estragos, y más que eso, sabíamos que nos faltaban otros 13 kilómetros caminando bajo el sol de mediodía, entonces aprovechamos cerca de unos géiseres para acercarnos a los únicos turistas que en ese momento se encontraban en la reserva, venían en una gira por Kenia en un camión de lujo para hacer safaris al mejor estilo, les preguntamos por agua y terminaron invitándonos a su camión para salir de la reserva para no tener que caminar, mejor suerte no pudimos haber tenido. El camión era amplio, muy bonito y propicio para la actividad, pues como daba altura, la vista hacia la reserva era muy buena mientras ya devolviéndonos mirábamos todo desde otra perspectiva charlando con aquellos turistas de todas partes del mundo.

Termales burbujeando

Flamenco solitario

Tras los géiseres

Camión safari

En una de las paradas que el camión hacía con su guía para las explicaciones, cosa que nunca tuvimos, estábamos ya en la última parte de la reserva antes de salir viendo el lago, entonces Camilo y yo aprovechamos para ir a tener un último acercamiento hasta la orilla, les agradecimos el gran favor y fuimos caminando nuevamente; en la orilla del lago nos dimos cuenta ya por el distinto reflejo del sol que el agua del lago no se reflejaba verde sino que era totalmente verde cuando nos dimos cuenta metiendo agua en una botella, un verde muy intenso que se alcanza a apreciar en algunas de las fotos. Ya con esto nos despedíamos del lago mientras caminábamos de nuevo al hotel por el atajo sin que nos vieran porque penosamente nos dimos cuenta que si nos cobraban la entrada a la reserva nos quedábamos sin dinero para regresar a Nairobi, aunque yo no soy de ese estilo pero tocó, fue por pura supervivencia, tocó salirnos de la reserva sin que nos vieran, sacamos las cosas del hotel y justo en ese momento llegó uno de los pocos taxis que van al caserío en el día y nos volamos como unos pillos sin pagar, si tengo la oportunidad de volver seguro que pagaré doble la entrada, pero fue nuestra salvación para volver a Marigat.

Humo del géiser

Géiser activo

Verde del lago y sales en la orilla

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