miércoles, 18 de noviembre de 2009

KILIMANJARO


Día 0


Mi día 0 lo compone la ida desde Nairobi hasta Moshi en Tanzania y un día más que me demoré para salir hacia la montaña, entonces perdonarán la extensión de mi relato, pero para mí éste es el momento cumbre de mi viaje a África y razón por la cual verdaderamente fui allí, pues me demoré más de 5 años preparando y alcanzando este gran reto y logro personal.


Salgo entonces en la mañana del viernes 28 de agosto de la casa donde muy amablemente me hospedaba aquella familia colombiana, dejando el cuarto desocupado ya que al regreso me tocaba mudarme, y me fui hasta el centro de Nairobi, donde en horas de la mañana salían los colectivos de “lujo” (que no lo eran tanto) hacia Tanzania; tomé algo en la panadería de un supermercado y casi que puntualmente emprendimos el viaje aproximado de 8 horas, no sin antes parar en la frontera donde nos tocó parar por los respectivos trámites de inmigración y visa, y continuar por la polvareda de carretera destapada que iniciaba en el lado de Tanzania yendo apenas a mitad de camino. Parte del camino en Tanzania lo compartí en la buseta con un inglés que me contaba historias de su aventura, pues llevaba ya 6 meses de viaje, pues venía por tierra desde Londres! Y su destino final era Moshi, donde trabajaría de voluntario en un orfanato por unos meses.


Carretera en Tanzania


Ya a lo lejos llegando a Moshi se veía la imponencia a la lejanía del monte Kilimanjaro, entonces pensaba ya en mi plan maestro para organizar toda mi excursión; charlé con el conductor de la buseta y le dije que si por favor me llevaba a un hostal de mochileros y muy graciosamente terminé en la entrada de un lugar llamado hostal de mochileros, casualmente siendo el mejor lugar en el que me podía quedar para mis opciones, pues era bastante recomendado; obtuve para mí solo una dormitorio compartido donde no habían más hospedados, una buena treta para mí. Después de instalarme, ya al atardecer, salí a buscar algo de comida típica, la cual no difería mucho de la keniana, y charlé con un par de compañías de turismo del pueblo para poder empaparme del tema y tener referencias antes de tomar alguna decisión; así terminó ese viernes en el pueblo, en un café internet reportándome a Colombia.


Moshi


La mañana del sábado empezó de la mejor manera posible: desde la terraza del hostal, donde repartían un sencillo desayuno, había un balcón desde donde se veía la cima de mi sueño, los glaciares del Kilimanjaro; quedé motivadísimo para ir a buscar un grupo de viajeros que fueran a realizar mi aventura para no hacerlo sólo y casualmente me decidí por la primera compañía que había visitado el día anterior, pues era la más barata dentro de las que ofrecían calidad y garantías para subir a la montaña, inclusive me prestaron equipos necesarios que yo no tenía como pantalones térmicos, pantalones especiales y bastones. Después cuadrar todos los detalles, pasé el resto del día caminando por el pueblo y comí en un restaurante indio (mi comida favorita) en el cual siempre pensé volver mientras estuve en la montaña. Todo estaba entonces ya dado para empezar mi aventura máxima, sólo me preocupaba el hecho que la rinitis me estaba molestando bastante, justo el día antes de empezar, pero no ponía tener cabeza para esto, la decisión de arrancar era total.


En la carretera

Día 1


Salgo temprano en la mañana del hostal, pues me recogen los de la compañía con la que iba, me habían dicho que era una sola persona más la que iba conmigo, entonces dos en total, más el equipo de ayudantes que nos acompañaría y empieza la gran lista de personas que se necesita en este parque nacional para poder ser explorado: un guía más el asistente del guía, uno por cada persona; el cocinero y el asistente del cocinero, quienes llevaban la estufa, la pipa de gas para los seis días de viaje, la carpa donde se hacía el montaje y entre los dos se repartían parte de los alimentos los cuales organizaban y cocinaban; por último seis cargadores más, de los cuales dos eran los encargados de llevar el campamento y organizarlo cada día y los otros 4 que llevaban los equipajes nuestros más los de ellos y el agua que se iba recogiendo en las quebradas; un total de 10 personas para sólo dos turistas! Esto se debe también a que no son permitidos animales en el parque Kilimanjaro, lo cual hace que esto sea una gran fuente de empleo pero a la vez las condiciones de vida de estas personas son muy difíciles y mal pagas a pesar que los tienen controlados con máximo 20 kilos de peso por persona, antiguamente esto era una gran explotación de personas, siquiera en el momento está mejor regulado.


Al llegar al punto de encuentro del equipo conozco al otro personaje de esta historia, mi amigo Patrick, la persona con la cual viví esta aventura, un bioquímico y genetista de Estados Unidos, dedicado a los negocios y presidente de su propia compañía, y ni decir su forma de ser, una excelente persona. Tomamos carretera entonces las 12 personas en un colectivo hasta la entrada del parque por aproximadamente una hora, a una altura de 1500 metros sobre el nivel del mar, donde empieza nuestra caminata, haciendo la comparación sería como ir al nevado caminando pero iniciando en Chinchiná, pues el parque es una montaña que sobresale de la sabana africana y toda la montaña como tal hace parte de la reserva.


Entrada al parque


Caminando con Patrick


Duración de las caminatas


La entrada del parque estaba atestada de gente de manera impresionante, se sentía rara la sensación de preparar algo por tanto tiempo y al llegar allá darse cuenta que no son pocos ni soy el único con un sueño de estos, lo más impactante todavía es que son tantas las personas preparadas para esto que uno se siente tan común que no ve la forma de no lograrlo. En la taquilla se amontonaban los turistas también para pagar los derechos al parque: 50 dólares por noche para acampar (sin acceso a ningún beneficio diferente a una letrina), para un total de 250 dólares; 60 dólares de entrada por cada día, en un total de 6 días son 360 dólares más!; El gran total de 630 dólares son los que hay que pagar por 20 más de exceso pagados por el seguro de rescate, sólo allí, entonces se imaginarán el gran negocio que el gobierno de Tanzania tiene montado allí, pues los gastos para conservar este parque son mínimos, sólo unas letrinas en los campamentos y organizar de vez en cuando unos senderos canalizados en la parte de bosque, lo cual hace que esto sea un mina de oro para el gobierno. En total pagué alrededor de 1100 dólares que incluían las tarifas del parque, el pago de la excursión con todo incluido por 6 días y hasta propinas para 10 personas por seis días.


Los cargadores con los costales en la cabeza


Empezamos la tan esperada caminata dentro del parque, iniciando en la parte de bosque por la altura en que todavía nos encontrábamos, un bosque tropical como los que vemos en Colombia, y estando siempre inclinado el sendero hacia arriba durante 4 horas y media cuando llegamos al inicio del páramo. Durante el camino sólo cargábamos nuestro maletín de carga diaria con las cosas necesarias para la caminata de ese día y nuestro almuerzo, el cual lo digeríamos en cualquier parte del camino, en esta ocasión en un claro en medio del bosque junto a otros turistas. En el momento en que llegamos al campamento ya todo estaba armado, pues todo el equipo de cargadores se había adelantado y llegaba temprano para armar las carpas donde dormíamos ellos y nosotros, teniendo así todo listo a nuestra llegada para ahorrar energía; de hecho no nos tenían sólo las carpas armadas sino que nos ponían algo de agua caliente para limpiarnos y nos armaban una mesa con té, café y hasta milo listo con crispetas y galletas a la hora de la llegada; en el momento esto puede sonar como un lujo pero créanme que más arriba en la montaña después de varios días son cosas necesarias sin las cuales un hombre común como yo no podría alcanzar la cima.


Primer campamento


Vista desde el primer campamento


En el primer campamento


La noche empezaba a llegar y el frío se intensificaba con la desaparición del sol, entonces era hora de meternos en las carpas, organizar el equipaje del día siguiente, esperar la hora de la comida y tratar una que otra llamada que ocasionalmente lograba tomar señal para comunicarme por celular. La comida era también muy buena y completa, compuesta por sopa caliente, pan, verduras, algo de carne, salchichas o huevos, entonces esto no fue un factor crítico durante el viaje a no ser que el mal de altura afectara nuestros organismos, lo cual hacía que las cosas fueran diferentes. En la noche dormí poco por la altura la cual afecta la oxigenación de sangre en el cerebro viniendo casi desde el nivel del mar y alcanzando los 3100 metros en este primer día.


Los de la cocina


Nuestro comedor

Día 2


La fría mañana llega, salimos de la carpa a lavarnos la cara con agua que nos calentaban y a comer el desayuno que ya estaba siempre listo, inclusive el almuerzo que nos empacaban que luego se enfriaba en el maletín durante la caminata. Fue muy bello porque apenas comenzando el recorrido podíamos ver muy a lo lejos la cima del Kilimanjaro despejada mientras todavía estábamos rodeados por el incipiente páramo de la subida. Comenzamos un recorrido muy empinado de 3 horas y media ese día, pero había algo que nos hacía olvidarlo, pues la misma topografía hacía que la vista hacia atrás fuera increíble al estar ya alto en la montaña y sólo divisar las nubes como un gran colchón de algodón sobre la sabana y nada que se interpusiera durante su observación siendo de lo mejor durante toda la experiencia, pues daba siempre la impresión de estar caminando sobre las nubes. A lo lejos también se divisaba una montaña que era también parque nacional, el Monte Meru, sobresaliendo en medio de la sabana.


Vista de la cima al amanecer


Ascenso en el segundo día


Vista de las nubes


Patrick tomando fotos


Mientras subíamos se nos frenaba el ritmo al tener que esperar a que la gente diera pasara, pues literalmente se armaban trancones de gente con el montón de guías, cargadores y cocineros de todas las excursiones, algo que me pareció curioso. También durante ese día veíamos frailejones de un tipo diferente al que se ve en Colombia, siendo los del Kilimanjaro mucho más grandes e imponentes; a la vez en el paisaje sobrevolaban cuervos que fueron los únicos animales que nos seguían en los campamentos de todos los días al soportar las condiciones extremas de la naturaleza allí, barriendo con todos los desperdicios de los turistas.


Caminando


Cuervo


Trancón de gente subiendo


A eso de mediodía ya estábamos en la cueva de Shira a 3600 metros sobre el nivel del mar, entonces hubo tiempo de caminar un poco más para tener más vistas del paisaje alrededor pero sin tampoco agotarnos mucho ya que la caminata siempre había estado bastante inclinada todo el tiempo. La cueva como tal era muy pequeña y era prohibido acampar allí, tan sólo le daba el nombre al lugar. Existía también una estación meteorológica con unos baños que pertenecían al parque, entonces fue sorprendente ver que si uno entraba a los baños hacia atrás tenía una de las mejores vistas del mundo, todo despejado, jaja.


Campamento de Shira


Desde el segundo campamento


En el resto del día descansamos y estuvimos fuera de la carpa observando el cambio de los colores en el paisaje desde este lugar, pues cada vez se veía más la cima de la montaña que ya estaba más cerca pero todavía muy lejos y que al atardecer nos permitió tener unas de las mejores vistas que jamás haya tenido en mi vida, hacia un lado la montaña prometida y hacia el otro un atardecer lleno de colores en un horizonte lejano sobre la sabana. Esa noche fue algo mejor a pesar que tuve que salir de la comodidad y el claro de mi saco de dormir 4 veces para poder orinar en las temperaturas extremas en el exterior causadas por el viento frío de la noche.


Panorámica con la cima


Atardecer sobre el monte


Mientras atardecía


Atardecer desde Shira


Oscureciendo

Día 3


No se queda atrás la gran vista de la sabana con las nubes que la cubrían en las horas de la mañana cuando nos alistábamos ya para el siguiente día de caminata saliendo a través del páramo en el cual luego de unos minutos ya empezaban a desaparecer los últimos rastros de vegetación en el suelo de la montaña por la altura mientras que subíamos, subíamos y seguíamos subiendo. Llegamos entonces hasta la parte más alta de ese día, 4600 metros sobre el nivel del mar, al lugar llamado la torre de lava, donde una gran roca sale del suelo y da espacio a un lugar distintivo donde paramos a almorzar acompañado por los cuervos a pleno mediodía, pero la caminata de ese día no termina ahí, pues restan unas tres horas más de camino abajo para llegar al campamento después de haber estado subiendo por unas 4 horas más.


Amanecer con el monte Meru


Empezando la tercera caminata


Ascenso del tercer día


Almorzando con cuervos


Vista del descenso


Comienza el primer descenso entonces sobre la montaña, el cual sirve de aclimatación para nosotros y estrategia fundamental para poder acostumbrarnos a la carencia de presión de oxígeno en el aire, y con el descenso también llega la enfermedad para mí, pues inmediatamente me empecé a sentir terrible al experimentar dolor de cabeza y alborotarse síntomas fuertes de gripa con estornudos, malestar general, nariz tapada y hasta toz. Así me la pasé durante esta parte del recorrido, las horas de caminata se me hacían interminables, yo creía que era un simple resfriado, pero a medida que caminaba todo era peor, entonces al llegar al campamento de Barranco, sólo tuve energía para meterme en la carpa para dormir bajo el sol picante de las alturas a 3800 metros, y eso no fue lo peor de todo, pues lo que realmente me afectó fue el tormento sicológico de pensar que tantos esfuerzos de planeación y tanto anhelo tras fijarme esta meta, tener que quedar vencido por la enfermedad y no alcanzar mi sueño en el casi único intento que me daría la vida por lograrlo. Se hicieron cargo de mi los guías dándome bebidas tradicionales para tratar de mejorarme y estando siempre pendientes de mí, motivándome siempre diciéndome que no importaba porque me iba aliviar y lo iba a alcanzar. Ya para el atardecer pude moverme con mi maluquera por fuera de la carpa para ir a comer, mejorando a la vez mi estado anímico y sorprendentemente teniendo una buena noche de sueño dentro de los estándares de calidad de la montaña.


Caminando sobre las nubes


Descendiendo con Patrick


En el campamento de Barranco


Entre grandes frailejones


Atardecer desde Barranco

Día 4


Empezamos el día con una fuerte inclinación del sendero que literalmente se veía como una pared; recogiendo ánimos para sobrellevar mi malestar y buscando la energía necesaria para caminar durante 7 horas más y tratar de dormir en el día porque la caminata hacia la cima del día siguiente empezaba el mismo día y durante toda la noche. Después de unas dos horas llegamos a un alto donde se veían ya más cerca los glaciares de la montaña y rosábamos las nubes, luego a descender por fuertes peñascos y viendo al frente la agreste subida que se aproximaba para el siguiente campamento que era sólo de paso para nosotros, pues pensábamos dormir más arriba en la montaña para hacer un poco más suave el ascenso final a la cima. En este campamento, llamado Karanga, traté de almorzar pero a duras penas el malestar y el cansancio junto con el mal de altura hacía que difícilmente pudiera comer algo, mientras me sorprendía ver a algunos cargadores que empezaban a cantar en medio del camino, con 20 kilos de peso sobre su cabeza; no me quedó más que dejar de pensar en todo esto y seguir simplemente caminando sin pensar en lo que decía mi cuerpo.


Primer ascenso del cuarto día


Con todo el equipo


Cascada


Reflejo del arco iris


Durante la caminata


El viento y el frío se tornaba cada vez más fuerte por la altura pero sacaba fuerzas de mi energía de motivación para seguir adelante al saber que la meta final estaría cada vez más cerca. Llego al último campamento antes del ascenso final a las 3 de la tarde con diferentes malestares, pues sentía mareos, cosquilleo por todo el cuerpo y hasta las ampollas en mis pies se hacían notar. Faltaba lo peor, pues durante este día 3 había caminado con malestar unas 7 horas, teníamos una hora de descanso y dos horas para dormir hasta las 7 de la noche, una hora más para comer y a las 8 íbamos de nuevo a la carpa hasta las 11 de la noche, levantarnos, caminar durante toda la noche para alcanzar la cima al amanecer y volver a bajar al último de los campamentos llegando a las 3 ó 4 de la tarde, todo esto me martirizaba internamente, Patrick y yo no encontrábamos las razones por las cuales se nos había ocurrido realizar semejantes esfuerzos que no habíamos calculado iban a ser tan grandes, probablemente el más grande en mi vida hasta el momento físicamente.


Trancón de cargadores


Último campamento antes de la cima


Atardecer en el campamento


Acercamiento de la cima


No dormí en las dos horas de la tarde por el malestar pero sirvió para mejorar y recuperarme un poco, con esto aproveché para empacar las cosas del maletín para el ascenso final; la comida me asentó bien, pero no fui capaz de dormir sino media hora más en ese rato de noche hasta las 11 para emprender a las 11 y media la caminata tan esperada; en todo momento nos preguntábamos porqué estábamos allí, pudiendo estar disfrutando de otro tipo de actividad relajada y tranquila en vez de llevar nuestros límites hasta el extremo.


Dentro de la carpa antes de salir hacia la cima

Día 5


No podíamos creer ni Patrick ni yo que fuéramos a realizar lo que se venía, la cima, pues era inimaginable el cansancio, el desgaste, falta de energía y el malestar junto cuando más enteros deberíamos estar en todo el viaje, nos sentíamos como si estuviéramos amanecidos y tuviéramos que hacer un gran trabajo durante el resto del día, y efectivamente así lo fue. Salimos de nuestra carpa para tomar un té caliente y galletas, pues necesitábamos energías para el resto de la noche, y no siendo más, arrancamos el ascenso final con nuestros guías, partiendo a una altura de 4600 metros sobre el nivel del mar para llegar a la cima a 5900 metros, casi kilómetro y medio vertical en 7 horas.


La luna estaba completamente llena y pasados unos minutos, cuando ya habíamos salido de los campamentos, nos dimos cuenta que no era necesario llevar linternas prendidas, entonces fue la luz natural de la noche la que nos acompañó durante casi toda la madrugada. Cada vez se hacía más inclinado el camino y el sendero siempre presentando menos agarre para nuestros zapatos, pues nos devolvíamos un poco cada vez que dábamos un paso hacia arriba. Nos asombraba ver un fenómeno natural muy extraño que era ver el horizonte con la luz de la luna, pero al estar tan alto y la sabana tan abajo, se observaba algo que sólo se puede ver desde allí y desde el monte Everest, la redondez de la tierra! Si!! Se veía la redondez del horizonte al tener una vista tan lejana, de lo más bello que he visto en mi vida!


Seguía el ascenso y cada vez se hacía más difícil continuar, pues el viento y la temperatura ya helada hacía que se alborotaran en nuestros cuerpos todos los malestares, además del cansancio; era desesperante el hecho de saber que los guías nos daban unicamente un espacio de 3 minutos por cada parada durante la noche, pues constantemente necesitábamos algo como grasa para los labios, algo de maní o pastillas energizantes para no dormirnos, paradas inevitables fisiológicas en el camino, y como llevábamos guantes para que no se congelaran nuestras manos, los cuales iban amarrados de los bastones, era todo un proceso tener la mano libre para realizar cualquier acción, y cada vez que volvíamos las manos de nuevo a los guantes ya éstos se estaban congelando al igual que nuestras manos, entonces no se sabía que era peor, si seguir caminando a pesar de las adversidades o parar porque nos empezábamos a congelar. No llevando mucho tiempo de ascenso ya se veía gente que se devolvía porque se rendía ante tal esfuerzo físico, y no ante el cansancio, pues eso era algo normal, la gente se rendía cuando específicamente el cuerpo ya no les respondía. Para mí siempre fue una tortura esa noche saber que no teníamos la opción de rendirnos porque al parar nos congelábamos y si nos devolvíamos igual faltaba día y medio de camino abajo para estar de nuevo fuera del parque.


Empezaba a desesperarme ya, pues caminaba y caminaba y sabía que igual el tiempo de caminata iba a ser el mismo, 7 horas de subida hasta la cima, siempre había que caminar despacio por la altura, además no se podía llegar más temprano a a la cima porque de otra manera habría que esperar a que amaneciera, lo cual sería peor. Pasaban los minutos y a la vez no pasaban, era una caminata casi eterna, el cuerpo no quería más pero la mente a punta de motivación seguía presionando; llegó un momento en el cual me tocó dedicarle a mis seres queridos minutos de caminata, entonces pensaba en mi mamá y los siguientes 5 minutos caminaba por ella y así lo hice con mis hermanos, mi sobrino, mi novia, por todos, ya no daba más, el esfuerzo físico más inimaginable que estaba realizando y justo cuando ya pensé que iba a desfallecer, que mi cuerpo no iba a resistir, llegué con mi guía a una parte algo más plana, iba a caer al suelo, el tuvo que abrazarme para no caer, me dolía la cabeza, estaba casi congelado, todo me temblaba, tenía un cosquilleo en todo el cuerpo y me mareaba, entonces él me dijo: “Felicitaciones y bienvenido, esta es la cima de Africa!”, había llegado a la cumbre de la montaña siendo las 5 y medio de la mañana.


Colores en el horizonte


Amanecer desde la cumbre


No podía creerlo, había llegado, me daba felicidad pero el malestar general no me dejaba disfrutarlo, sólo pensaba en cómo hacer para no congelarme mientras descansaba, y aún necesitaba más fuerzas, pues la cima del Kilimanjaro tiene una cima aproximada de 8 kilómetros de circunferencia y yo estaba aún lado, faltaba dirigirme caminando por 45 minutos más hasta la parte más alta, que aunque fuera más fácil de subir, era en el punto de más exigencia en el cuerpo. Esperamos a Patrick por 10 minutos más y arrancamos porque el no llegaba y no estábamos congelando, seguimos solos. Recuerdo esa imagen en la noche cuando infinitas estrellas iluminaban el cielo en ausencia de la luna que ya se había escondido; se veía sólo la silueta de la gran montaña y las estrellas, parecía en otro mundo; seguí caminando mientras se veían luces adelante y atrás de mi de los otros caminantes que lograban llegar a la cima desde las diferentes 7 rutas que tiene el Kilimanjaro; la temperatura era de unos -10 grados con vientos fuertes, el cansancio era terrible.


Glaciar al amanecer


Junto a la cima


Finalmente veo la cima en unas linternas de unos pocos caminantes que había llegado; miro atrás y empiezan a cambiar las tonalidades de oscuro a colores vivos en el horizonte con el acercamiento del sol; se ve la cima y reviento a llorar, no lo podía creer, lo había logrado después de tantos años, después de tanto esfuerzo, después de tanto quererlo; se lo dediqué a mi familia, a mi novia, a mis amigos, a todos los que amo; seguía caminando, cambiaban los colores; llegué a la cima y seguía llorando…me tocó parar de llorar pues me cortaba el oxígeno de la respiración y hacía que me doliera más la cabeza, pues era lo único porque de todos los otros malestares me había olvidado por aquella felicidad y satisfacción tan profunda; entendía el sentido de porqué había hecho todo, cosa que no había entendido antes. La vista era única, pues como era imposible ver una total redondez de 360 grados en el horizonte, había un efecto que hacía que se viera el horizonte más abajo, ya no era horizontal, ya estaba más abajo increíblemente, mis ojos no lo creían, pues eso nunca lo captaría una cámara fotográfica.


Cambio de colores


En la cima del Kilimanjaro!


Glaciares en la cima


Nuestro equipo en la cumbre!


Con Patrick en la cima!


Me hice junto al letrero de madera que decía que estaba en la cima de África para tomarme unas fotos, pues cada vez eran más personas las que se aglomeraban allí, pero a pesar de las energías que mostrábamos todos, el semblante de la mayoría era demacrado, todos reflejaban el dolor interno por sus dolencias, al igual que yo que no era nada ajeno a la situación. Veía los diferentes glaciares de la montaña a lo lejos y eran hermosos, enormes masas de hielo que se han mantenido hasta el día de hoy a pesar del calentamiento global y que tenía el privilegio de ver ya que en unos 10 años no quedará nada de hielo en este lugar, será un desierto en su cima, un bello desierto, algo que no podemos evitar; también estaba el cráter del volcán en su inmensidad, todavía congelado en su mayoría, los caminos que nosotros recorridos estaban despojados de hielo o nieve, pues normalmente toda la cima esta blanca sólo después de una tormenta. Ya llevaba unos 20 ó 30 minutos en la cima, era hora de volver porque las condiciones eran muy agrestes para cualquier ser humano; mientras empezaba ir en descenso veía gente que llegaba media o una hora después de mí, con muy mal semblante. Inclusive mi amigo Patrick, que tanto había aguantado, tuvo que vomitar dos veces antes de llegar a la cima y a pesar de eso siguió hasta lograr su cometido. Cada vez que daba un paso me desgarraba el alma el saber que tenía que dejar semejante belleza atrás pero a la vez me alegraba el saber que sólo seguía el descenso y en algún momento podría descansar mi cuerpo que había exigido al máximo.


Glaciares del Kilimanjaro


Disfrutando de la cima


Más fotos y glaciares


Justo antes del descenso


Salgo ya de la cumbre y empieza el descenso pronunciado por las mismas ladera por las cuales había subido, con los minutos mi confianza aumentaba y bajaba cada vez más rápido, tanto así que ya trotaba de bajada, descansaba y seguí trotando; se veía el gran abismo que había ascendido horas atrás paso a paso pero esta vez rápidamente y viendo su dificultad a la luz del día, era prácticamente una pared que se podía descender esquiando con los bastones de caminar. El campamento de donde habíamos iniciado el ascenso final que tan lejana y difícilmente se veía, ya le recortaba la distancia en pocos minutos. Después de un par de horas estaba en el campamento totalmente agotado y desanimado, el sueño había finalizado y faltaban 5 horas de camino más de bajada para poder tener un descanso razonable. Dentro de la carpa esperé a Patrick por una hora, pues sus problemas en la rodilla no lo dejaron bajar al mismo ritmo, y cuando llegó nos pusimos a comer el almuerzo a eso de las 10 de la mañana para seguir nuestro camino, pues normalmente los caminantes no pueden dormir a esta altura después del ascenso a la cima porque el cuerpo rechaza esta acción por los cambio bruscos fisiológicos, por lo cual hay que seguir descendiendo para recuperar oxígeno.


Superficies de hielo enromes


Listo para descender


Mi sombra en la arena


De aquí en adelante siguió una rápida pero larga caminata de descenso hasta el campamento a 3100 metros; el paisaje cambiaba rápidamente observándose las mismas características de lo que habíamos visto de su vida, pero esta vez no lo disfrutábamos: estábamos demasiado cansados y nos sentíamos enfermos y desgastados. A eso de las 4 de la tarde llegamos al campamento mientras caminábamos exageradamente lento al ver nuestras carpas, no queríamos saber nada de nada, sólo completar nuestras necesidades como comer, ir al baño y sacar los sacos de dormir de los maletines y ya para poder dormir hasta el siguiente día. No pudimos hacerlo inmediatamente porque en la montaña todo toma más tiempo, esperamos la comida y a las 5 de la tarde quedamos profundos por 12 horas.


Día 6


Tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando me levanté, pues ya después de ese descanso me daba cuenta y sentía la felicidad de lo que había logrado, estaba con muchas más energías y mis malestares físicos prácticamente habían desaparecido. Todavía faltaba una sorpresa de parte de nuestro equipo para nosotros, después de 5 días difíciles de trabajo, el sexto día se levantaron y cantaron para nosotros una canción de la montaña, fue espectacular y muy emotivo como nos mostraban la felicidad de lo que habíamos hecho a través del canto, en el video no se ve tanto así pero después de compartir con ellos una experiencia tan fuerte y agotadora fue muy emocional verlos llenos de energía cantándole a la montaña. Faltaba entonces la última caminata a la salida del parque donde nos estaba esperando un carro que nos llevaría ya hasta el pueblo durante unas 4 horas más a través del bosque y ya de nuevo con un mejor semblante empezaba a darme cuenta de lo alcanzado ya casi llegaba al fin de esta historia.


Caminata hacia la salida del Kilimanjaro


Finalizando con Patrick y el guía


Nuestro equipo


Al final de todo este viaje me han quedado dos grandes lecciones en la vida que me han marcado: no importa que tan difícil e inalcanzables sean tus sueños, si tienes la decisión para comprometerte con ellos, de seguro que los vas a lograr; y por otro lado esto me ha hecho sentir que no soy nadie en especial por haber logrado la cima del Kilimanjaro como tanto me lo propuse, simplemente soy una persona que se ha propuesto algo y lo ha logrado a través del esfuerzo y siento que fui privilegiado de poder escogerlo así.